Teresa del Conde; abrazó el conocimiento

Ayer fueron velados los restos de la intelectual mexicana, que fue descrita como un personaje enciclopédico: melómana, bibliófila y apasionada del arte

CIUDAD DE MÉXICO.

Personaje enciclopédico: bibliófila, melómana, apasionada del arte, promotora del conocimiento. Era Teresa del Conde, una intelectual en el sentido estricto de la palabra. Historiadora, académica, investigadora y crítica que atendía, con igual esmero, a estudiantes o periodistas que acudían a ella en busca de respuestas. Y ella las tenía. Un comentario sobre la historia del arte mexicano o una crítica aguda a la política cultural del país. Siempre tenía mucho por decir. El debate fue su principal batalla.

 

Así fue hasta sus últimos días. El jueves pasado falleció a los 80 años, recién cumplidos, por un tumor en el cerebro. Del Conde murió en la tranquilidad de su casa rodeada de libros y notas que hacia diario. Falleció sin dejar de escuchar Radio UNAM, de escribir y de leer. El conocimiento para ella era ilimitado, afirmó su hija Tessa Corona del Conde.

Si pienso en mi mamá, pienso en una persona que siempre tenía un libro en la mano, una pluma y unas fichas bibliográficas para anotar. Una persona con una cultura impresionante, una avidez de aprender. Ella abrazaba el conocimiento de varias disciplinas no sólo de la suya, sabía mucho de música y otras”, contó Corona del Conde, una de los cuatro hijos de la crítica que recibió medalla de oro por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en 2008.

El carácter combatiente de quien fuera directora del Museo de Arte Moderno (1990-2001) y titular de la Coordinación de Artes Plásticas del INBA (1981-1987) lo tuvo también para sí misma. Su hija narró que murió un mes después de que se le diagnosticó un tumor con metástasis en el cerebro. En Navidad del año pasado, cuando se reunieron sus cuatro hijos y seis nietos, Del Conde manifestó dolores de cabeza que parecían no de gravedad. En enero, el médico pidió hacer análisis y encontraron el tumor sin nada qué hacer.

Todo fue muy vertiginoso, muy rápido. Ella ni se dio cuenta ni le participamos del diagnóstico final, ella pensó que la operarían de cataratas y que tenía que prepararse para la operación. Se quedó con esa creencia, pero como toda mujer de su inteligencia, yo creo que al final se dio cuenta. Hace pocos días nos pidió que la dejáramos en paz, que ella ya estaba lista. No sufrió, estuvo muy tranquila, se fue escuchando su música, le gustaba mucho la ópera y amanecía con Radio UNAM”.

Aún con el malestar, el 12 de enero pasado festejó su último cumpleaños. Entre los amigos que la acompañaron estaba la curadora Teli Duarte: “La vi bien contenta, siempre nos hacía reír; era sumamente atinada y oportuna en sus comentarios”.

Además de su columna semanal, el último texto de la coautora de 40 libros fue un ensayo sobre el retrato en la Generación de la Ruptura; una investigación con su yerno que se publicará a finales de año. Y aunque siempre se mantuvo activa, no dejó trabajos inconclusos. En los últimos años se concentró en promover que sus alumnos se titularan, interesada en consolidar una generación de profesionistas.

Ese sería —coincidieron artistas, curadores y académicos— el mejor reconocimiento para ella. Lograr que la generación joven de críticos de arte tomase su legado académico para construir una crítica argumentada. Un análisis sustentado. Pues con la muerte de Del Conde, la de Raquel Tibol (1923-2015) y Jorge Alberto Manríque (1936-2016) se termina un grupo de autores que llevaron la investigación al comentario puntual.

Críticos de origen académico que valoraron la divulgación de las artes en plataformas públicas. Y en ellas Del Conde destacó por aportar una visión desde el sicoanálisis para entender la historia del arte. Además dedicó investigaciones sobre artistas de trayectoria y muy jóvenes que desde su opinión merecían atención. Renato González Mello, director del Instituto de Investigaciones Estéticas, mencionó los trabajos sobre Enrique Echeverría y José Clemente Orozco.

Mientras que para Gustavo Monroy una generación completa debe su existencia a Tibol, Manrique y Del Conde: “Teresa fue una figura tutorial muy importante. No existiríamos sin su crítica, sin su tolerancia, agudísimo sentido del humor y su habilidad para detectar los valores de una generación de artistas que venía emergiendo”, dijo de la investigadora que acuñó el término Generación de la Ruptura para referir al grupo de creadores disidentes de la Escuela Mexicana de Pintura.

HOMENAJE PÓSTUMO 

María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura, organiza con la familia de la crítica un homenaje. Aún no hay fecha, pero recalcó que se está planeando un encuentro para reconocer el legado de quien en 1982 recibió la Beca

Guggenheim Memorial Foundation: “Hablaremos con sus familiares y estaremos organizando y hablando sobre el legado que nos deja esta gran mujer”, comentó quien permaneció apenas 15 minutos en la funeraria.

Mientras, la UNAM planeaba entregar el reconocimiento universitario a la historiadora en los próximos días. Era un pendiente que la Universidad tenía con Del Conde desde la muerte del crítico Jorge Alberto Manríque, pero no se concretó. Graciela de la Torre, directora de la Coordinación de Artes Visuales, dijo que reprogramarán la ceremonia.

A la funeraria acudieron directores de museos, artistas, coleccionistas y académicos; entre ellos Carmen Gaitán, Bertha Cea Echenique, Andrés Blaisten, Margo Glantz y Juan Carlos Pereda.